Stop azúcar

La concentración de glucosa en sangre, o, en otras palabras, azúcar en sangre, es un indicador bioquímico importante: debe controlarse periódicamente para saber si se corre riesgo de padecer diabetes. Actualmente hay 400 millones de personas en el mundo que padecen esta grave enfermedad crónica y, para 2030, según la OMS, la diabetes se convertirá en la séptima causa de muerte más común.

¿Por qué el cuerpo necesita glucosa?

La glucosa, o azúcar de uva, es el carbohidrato más simple. Puede ingresar al cuerpo con los alimentos o puede producirse en él durante la descomposición de carbohidratos más complejos (sacarosa, almidón).

La glucosa proporciona energía a las células, participa en procesos metabólicos (por ejemplo, ayuda a absorber proteínas para desarrollar los músculos), se deposita en el hígado y los músculos en forma de glucógeno, que es una especie de reserva de emergencia del cuerpo en caso de hambre. . La glucosa es esencial para la función cerebral.

Cómo el cuerpo metaboliza la glucosa

Durante y después de las comidas, la glucosa pasa del sistema digestivo al torrente sanguíneo y aumentan los niveles de azúcar en sangre. Para que pueda ingresar a las células, el páncreas secreta la hormona insulina; es esta sustancia la que prepara las células para recibir glucosa. A medida que las células reciben glucosa, el nivel de azúcar en sangre desciende a un nivel constante.

Puede haber problemas con este proceso. Si el páncreas secreta poca insulina o las células son insensibles a sus efectos, entonces la glucosa no ingresa a ellas, sino que permanece en la sangre: las células permanecen hambrientas y el nivel de azúcar en sangre aumenta. Entonces surge una enfermedad formidable: la diabetes mellitus: tipo I, si su causa es la falta de insulina, y tipo II, si hay suficiente insulina, pero las células son resistentes a ella.

Fuentes de glucosa

Las principales fuentes de glucosa son los alimentos ricos en carbohidratos. Los carbohidratos se pueden dividir condicionalmente en “buenos” (“lentos”) y “malos” (a veces también se les llama “vacíos” o “rápidos”).

Fuentes de carbohidratos “buenos”: cereales, legumbres, verduras, frutas, pan de centeno o integral, pasta de trigo duro, todos aquellos alimentos que, además de carbohidratos, contienen fibra, vitaminas, oligoelementos y proteínas vegetales. Su asimilación por el organismo se produce de forma gradual, no provoca un aumento rápido de la glucosa en sangre y, por tanto, no sobrecarga el páncreas.

Los carbohidratos “malos” se encuentran en la bollería, los dulces, la confitería, los jugos azucarados y los refrescos. Instantáneamente saturan la sangre con glucosa, lo que hace que el páncreas secrete demasiada insulina a la vez, lo que posteriormente puede hacer que las células se vuelvan insensibles a ella.